22.10.09

No conviene que ya no seas adicto

El otro día entrevisté a Mauricio Fernández, Director de Liberando para vivir A.C. y me comentaba que en Morelos no existe un centro de rehabilitación que verdaderamente libere a los jóvenes de las adicciones. ¿Pero cómo?, me pregunté sorprendida. Si están los anexos de Drogadictos Anónimos (DA) y las clínicas privadas. “Pues no los rehabilitan,” aseguró.

En realidad a nadie le conviene (económicamente hablando) que un adicto se rehabilite. Si ya no se droga, deja de comprarla. Primera barrera, los vendedores siempre buscarán que les sigas comprando. Luego, si se rehabilita ya no acudirá a los centros, y ¿cómo se sostendrán? Suena maquiavélico, pero también razonable.

La fundamentación que Mauricio proporcionó es que en los anexos les dicen que si se van, tienen tres salidas: el psiquiátrico, la cárcel o el panteón. Asimismo, los maltratan y les dicen que son ingobernables; que para sobrevivir tienen que obedecer. Ellos finalmente logran una transferencia de la adicción a la droga hacia el centro. Además que muchas veces los colaboradores no son gente preparada.

¿Y los que sí? ¿A dónde van? “En los centros privados sólo les hacen un cocowash que provoca reacciones emocionales fuertes. Pueden ellos llegar de rodillas a llorarle y rogarle perdón a la madre o a la esposa, pero al mes siguiente, están en las mismas.” El problema es que una adicción es una carencia emocional profunda. Un adicto no se ama, no tiene esperanza de un mejor futuro y tiene muy fácil acceso a la droga.

Se necesita un cambio de vida radical; si la persona enfermó en su entorno se rehabilita y regresa al mismo, se volverá a infectar. El medio en el que vive está enfermo también. Es mucho más complicado recuperarse de una adicción que prevenirla; después sus capacidades cognitivas pueden estar afectadas y sufrir discriminación por su pasado. Pero el gobierno federal no opina así, dentro del presupuesto de salud más del 90% está dedicado al tratamiento y el resto a la prevención.

Los padres ausentes, niños con baja autoestima, en un ambiente de ocio y dónde se puede conseguir casi cualquier sustancia ilegal como si fuera Coca-Cola son factores determinantes.

¿Quién tiene la culpa? ¡El gobierno que no elimina a los narcotraficantes!, gritan al unísono las mentes de una sociedad enfurecida. No. La culpa es de todos: del presidente del trabajo que nos hace vivir peor; de un Congreso que grava más a los que más aportan, padres que trabajan doble turno para sobrevivir y que ya no tienen ni tiempo, ni energía para mantenerse al día con todo lo que necesitan sus hijos; de empresarios feroces, que incitan a los niños desde pequeños que la felicidad son las cosas que pueden comprarse y no el valor humano, y finalmente de una sociedad desorganizada ante el crimen organizado.

Leí por la mañana que una mujer notó que en su calle un señor que se drogaba en su auto y también les vendía a los jóvenes estupefacientes. Ella decidió hacerle la competencia. Armó un pequeño cine en su garage e invitó a todos los amigos de su hijo a ver películas. Se volvió tan popular que después tuvieron que hacerlo a media calle. Un vecino prestaba su sistema de audio y otros más, propusieron armar debates. A través de la erradicación del ocio y la sana convivencia, nadie recordó más al señor de auto. Finalmente, un día llegó la policía a quitarles su entretenimiento. La mujer, no se dio por vencida. Ahora se unió a un grupo de artistas para realizar acciones concretas en contra de las adicciones, por que ahora sabe qué puede hacer por la juventud mexicana.

1 comentarios :

  1. esquinacorintia dijo...

    Bien escrito e interesante. En efecto es una columna de comentario. Su nivel de periodismo, en relación con la oportunidad, es bajo, pero es una clara muestra de lo que significa comentar.

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